Las hojas doradas
sueñan los sueños
viernes, 25 de noviembre de 2016
viernes, 4 de noviembre de 2016
¿Por qué escribir?
Escribimos para pintar la realidad de otros colores.
Escribimos para
contar historias,
para inventar un mundo mejor.
para inventar un mundo mejor.
Escribimos para
celebrar la imaginación.
Escribimos para
vivir otras vidas.
Escribimos para contar nuestras verdades.
Escribimos para
no olvidar quienes somos.
Escribimos para
escapar de la locura.
Escribimos para
trascender.
Escribimos por necesidad.
Escribimos por necesidad.
Escribimos para
dialogar con el otro.
Escribimos para
emocionar, para acariciar el alma.
Escribimos para
indagar, para ir más allá.
Escribimos para
compartir nuestros dolores y alegrías.
Escribimos para dejar ir nuestros demonios,
Escribimos para dejar ir nuestros demonios,
para
narrar lo invisible, lo ausente, lo temido.
domingo, 9 de octubre de 2016
Noche de verano. (Cuento)
Esa noche hacia un calor insoportable.
La ropa se pegaba al cuerpo, húmeda. Me asfixiaba, tenía que salir a la calle.
Caminando y a poco de andar el aire que se agitaba por
entre los hermosos árboles del parque me reanimaron, me sentía a gusto.
Pensaba en el maravilloso don que tienen los árboles.
Disfrutaba del frescor, la noche
estaba bastante clara, la luna se escurría por entre las ramas.
Veo que se acercaba un hombre en dirección
contraria a la mía.
Su cara me resultaba familiar. Era Don Ignacio, el dueño de la
ferretería de la avenida principal.
Lo saludo, él se detiene.
─ Hola, Buenas noches, tomando el fresco?─ Le digo.
─Caminando un poco, yo no tengo calor.
─¡Ah! Qué suerte tiene, yo no
podía estar en mi casa. Le digo.
Cuánto tiempo sin verlo Don Ignacio. Pero no responde.
Caminábamos a la par, cruzamos el parque rodeando la pequeña fuente, donde una pareja con sus dos chiquilines jugaban con el
agua para refrescarse.
Seguimos caminando con paso tranquilo. Al llegar a la esquina la
terracita del bar tenía aún unas cuantas mesas
ocupadas.
Como si los dos nos hubiéramos puesto de acuerdo elegimos una y nos sentamos.
En la mesa de al lado un grupo de jóvenes conversaban y se reían divertidos.
─¿Qué gusta beber Don Ignacio? Le
pregunté.
─Una cerveza, gracias. Dijo.
Llamamos a l camarero y pedimos.
El camarero nos sirve dos cervezas frías.
Bebí la cerveza disfrutando, tenía tanta sed.
Don Ignacio se tomó su tiempo.
A la luz de las farolas su rostro se veía algo pálido,
Conversamos de temas intrascendentes.
A medida que la noche avanzaba , el aire se sentía cada
vez más fresco.
Al cabo de un largo rato le dije:
─Bueno, Don Ignacio, habrá que ir a dormir.
─Sí amigo, ve a dormir. Paga tú la cuenta, yo ya no puedo. Dijo con la voz cansada
.
─No se preocupe Don Ignacio, si yo invito, ningún problema.
─ Los que estamos como yo, no nos preocupamos de estas cosas. No quisiera asustarte.
No comprendí lo que quería decir Don Ignacio, a qué se refería.
Desvié un momento mi atención para buscar el cambio para pagar, y al levantar la vista no lo vi, no podía ser, no era un hombre de hacer este tipo de bromas, no me lo explicaba, se había desvanecido, miré a mi alrededor y creí ver a lo lejos algo entre los árboles en la oscuridad, o tal vez me pareció... el caso es que el hombre había desaparecido, sin más..
Cuando logré reponerme miré hacia la mesa donde habíamos estado sentados y ahí estaban las dos copas y las dos botellas de cerveza vacías...
viernes, 19 de agosto de 2016
sábado, 30 de julio de 2016
El Libro.
Entré en el café y me senté junto a la ventana.
En una mesa cercana un hombre leía abstraído. De pronto se levantó, comenzó a
recoger sus cosas y se marchó.
El libro de tapas verdes quedó sobre la mesa, solo, desprotegido, huérfano. Esperé unos minutos interminables, tal vez volviese por él.
Parecía que nadie reparaba en el libro. Seguro a ninguno le importaba que estuviera allí. Me sentía como atado a mi silla, como si ella me impidiera levantarme. Por fin me animé y al descuido, sin mirar a nadie, lo tomé con suavidad, como quien acaricia a un niño.
Él se dejó abrazar. Salí del bar, caminando de prisa, cuando había andado tres calles, me detuve y miré su portada. En letras de color naranja, se leía; Ladrones de Libros..
El libro de tapas verdes quedó sobre la mesa, solo, desprotegido, huérfano. Esperé unos minutos interminables, tal vez volviese por él.
Parecía que nadie reparaba en el libro. Seguro a ninguno le importaba que estuviera allí. Me sentía como atado a mi silla, como si ella me impidiera levantarme. Por fin me animé y al descuido, sin mirar a nadie, lo tomé con suavidad, como quien acaricia a un niño.
Él se dejó abrazar. Salí del bar, caminando de prisa, cuando había andado tres calles, me detuve y miré su portada. En letras de color naranja, se leía; Ladrones de Libros..
sábado, 2 de julio de 2016
Palomas Negras.
A veces, en el atardecer unas cuantas palomas negras
se posan en el filo de mis ilusiones.
se posan en el filo de mis ilusiones.
Se quedan ahí, mirándome, esperando, no sé qué cosa.
Trato de no hacerles caso, pero no se van.
Sobrevuelan muy cerca, casi
rozándome, indiscretas, entrometidas y cansinas.
Cuando las sombras se hacen con la noche, antes que encuentren un
lugar
donde anidar, rebusco en los
cajones del amor y de la esperanza, y me abrigo
con los besos y los abrazos perfumados de alegría,
repletos de cariño.
En ese momento las veo levantar el vuelo en bandada, quizás al
encuentro de otra víctima.
Las veo marcharse, y siento alivio.
Texto: Mirta Calabrese.
viernes, 17 de junio de 2016
Amantes
Temblabas cual tímida estrella,
en la noche embriagada de jazmines
La tentación, sin espera, ni palabras,
los sonidos de la pasión en tu pecho.
Gotitas de luna jugaban con tu pelo
ella, cómplice nos espiaba celosa.
La hierba nos prestó el lecho anhelado
y tan solo abrigados con poesías,
nos descubrió un amanecer inesperado.
Escapamos en un carruaje de sueños,
teñido de versos, perfumado de azahares.
Texto: Mirta Calabrese.
viernes, 10 de junio de 2016
HABLANDO DE TI..
Irreverente, caótica,
tan única y presumida
te siento en cada esquina
en cada calle, en cada barrio
en el quiosco de los diarios,
en el taxista cercano.
He saboreado tus aromas,
me he bebido tus veranos,
te he buscado en cada plaza,
te he soñado tantas noches.
A los hijos de otras tierras
los acoges y los mimas
como madre con ternura,
con amor y protección
Con un río que en otrora
fuera orgullo para todos
y un paseo costanero
como marca registrada
Quiero ocultarme
en tus rincones
para encontrarme
a mi misma,
en tu plaza San Martín,
un respiro a tu locura,
Andar con paso tranquilo
por el barrio de Belgrano.
Deshilvanar mis recuerdos
en los acordes
de un tango, de esos
un poco tristones
que acarician el alma.
Recorrer tus librerías
un emblema de cultura,
señorío, buen estar
Descubrir el aroma
tan cercano de tus bares
donde van los locos lindos
que creen en utopías.
Embriagarme del perfume
a jacarandá en tu primavera
ese celeste violáceo
que pincela las veredas
Caminar tu calle Florida,
con turistas y mendigos.
Hombres de traje impecable
y corbatas atrevidas
con maletines, de prisa,
con el caos de la Bolsa,
ellos ignoran que la vida
escapa y no vuelve jamás
Contradictoria y amada
yo te siento a la distancia
y te pienso en soledad.
Cuántas veces quisiera,
como si fuera con magia
en una calle arbolada,
de esas serenas
que aún tienes
saborear un helado
de fresas y chocolate
y en una esquina indecisa
adivinar si cruzar
sin semáforo, arriesgando,
dar por casi seguro
que no me dejarán pasar
los autos y bicicletas,
porque allí, casi lo olvido
no es buena cosa ser peatón
y menos, desprevenido.
¡Ay! mi Buenos Aires querida
tal vez estaremos locas,
loca vos, y loca yo…
Texto: Mirta Calabrese. Derechos reservados.
domingo, 15 de mayo de 2016
Fin de juego.
Aquella estantería de madera lustrosa era su orgullo, tan ordenada y perfecta
Cogía el libro, leía un capítulo y volvía a ponerlo en su lugar.
Cada día lo hallaba en otro estante. Lo buscaba ansioso hasta encontrarlo.
Le apasionaba el juego cómplice que se había creado entre los dos.
Cuando agotado abandonó la búsqueda, vio aquel papel escrito con
tinta roja que decía: ”Soy un libro perdido”..
Cogía el libro, leía un capítulo y volvía a ponerlo en su lugar.
Cada día lo hallaba en otro estante. Lo buscaba ansioso hasta encontrarlo.
Le apasionaba el juego cómplice que se había creado entre los dos.
Cuando agotado abandonó la búsqueda, vio aquel papel escrito con
tinta roja que decía: ”Soy un libro perdido”..
Texto: Mirta Calabrese.
Microrrelato elegido finalista en el Concurso de Libripedia de Diversidad Literaria.
Publicado en la Antología del mismo nombre.
Lluvia.
Llueve,
la primavera se dedica a jugar con la
lluvia y desparrama su aroma entre los almendros en flor. Las gotitas se
deslizan juguetonas, despreocupadas, por el cristal de las ventanas. A ellas no
les importa nada, es más, ellas viven de la lluvia.
Los
pájaros no vuelan. No los veo. Dime, dónde van cuando llueve. ¿No lo sabes?
nadie lo sabe. Ven, quieres venir en esta tarde en que la alegría también se ha
escondido...
Ven,
caminemos bajo la lluvia y entremos en el primer café que veamos. Mira aquél,
sí, aquél, el que está arriba, subiendo esa escalerita, el que tiene los
geranios rojos y morados, hartos de beber tanta agua y los parasoles. ¿Sientes
el aroma a café? es tan intenso, vamos,
y como nadie nos ve pediremos unas dulzuras de chocolate.
Y
así, con el café y el chocolate destejeremos los secretos que tenemos
guardados.
Tal
vez no me los cuentes todos, y yo tampoco.
Somos amigos y los amigos no necesitan hablar mucho para
comprender..
sábado, 7 de mayo de 2016
Tú y yo.
Tú eras primavera amor
yo casi invierno,
tú tierra tan fértil
yo arena, casi desierto.
Yo caminaba amor,
tú te bebías los vientos
Tú soñabas con el mundo
yo, con un rinconcito nuestro.
Tú eras fuego y pasión
yo, pausa y amor sereno.
Tú me ofrecías volar
y yo sufría de vértigo.
Fuimos tan distintos amor,
como la tierra y el cielo
Tú tan rodeada de gente
yo, amante del silencio.
Hoy ya ves, estamos solos,
unidos por el recuerdo,
tú, en tu mundo real,
yo, en mi mundo de sueños.
De poetas y locos.
miércoles, 4 de mayo de 2016
Noche de amantes.
Aquella noche
escribieron un texto sin protección,
se dejaron
caer en la tentación de las letras,
y
amanecieron en el jardín
abrigados tan
solo con una poesía...viernes, 29 de abril de 2016
viernes, 22 de abril de 2016
Se enamoró..
de quien no imaginaba
de quien no esperaba y
de quien no estaba buscando.
Desde ese momento aprendió
que el amor no se elige.
Es él quien nos elige a nosotros...
de quien no esperaba y
de quien no estaba buscando.
Desde ese momento aprendió
que el amor no se elige.
Es él quien nos elige a nosotros...
Cosas del otoño..
Me gustan las hojas secas doradas, pisarlas y sentir como crujen bulliciosas, ligeras, juguetonas con el viento. Se dejan llevar, no se oponen, se alzan, giran, y divertidas vuelven a caer.
Me agrada la tibieza del sol de este
tiempo, las tardes se tiñen de una luz diferente.
El verano es obstinado y se
resiste a marcharse.
Una vaga e inexplicable melancolía invade por momentos todo el ambiente; tal vez por el silencio que reina en el bosque. Las
golondrinas ávidas de verano emprendieron su vuelo.
En algunos jardines de casonas antiguas
las rosas asoman su belleza tardía. De pronto, en una esquina, el aroma a
castañas y a café recién molido inundan la tarde de una repentina alegría.
Los niños con sus madres corren y se ríen felices llevando en sus manitas las dulzuras del otoño...
domingo, 3 de abril de 2016
El jazmín de la abuela.
Con tu luz y exquisita presencia
tu esencia suave y deliciosa,
dueño y señor engalanabas aquel patio
contemplando callado nuestra infancia.
Te sonrojaste
con aquellas tonterías
compartidas al abrigo de tu sombra.
Blanco destino de flores perfumadas
derramaban caprichosas su belleza.
La abuela, su ternura, infinita dulzura
ella era tu madre, ella era tu dueña.
Se deslizó el tiempo, tirano y silencioso,
y se fueron yendo los seres uno a uno.
Se despobló la casa, de voces y de aromas
Sin prisas, dulcemente, se marchó la abuela
y lloramos juntos la primera pena.
Tu fragancia
sustenta mis recuerdos,
te pienso tan vívido e intenso .
No me atreví a volver, quizás por cobardía
no pude resistir la angustia de no verte,
atesoro por siempre tu belleza nívea.
La abuela seguro se sonríe,
ante una
pregunta que no hallará respuesta
¿Vive ella
ahí, tu madre, en el jazmín?...
Un escritor nunca muere...
Los escritores no mueren. Cuando un escritor muere, si es que muere,
regresa. Nunca se va. Es un rayo que no cesa, como si de un modo u otro siempre
hubiese tormenta, aun en verano. Huye lejos y se queda. Escribe en círculo.
Si sientes muy próximo a un escritor, pues acarreas el peso de sus libros contigo igual que si fuesen las llaves de casa o el dinero justo para el pan que llevas en el bolsillo, su ausencia repentina produce un extraño vacío. Es normal. Se llama tristeza y desolación.
Si sientes muy próximo a un escritor, pues acarreas el peso de sus libros contigo igual que si fuesen las llaves de casa o el dinero justo para el pan que llevas en el bolsillo, su ausencia repentina produce un extraño vacío. Es normal. Se llama tristeza y desolación.
La muerte del escritor, si eso fuese posible, al principio resulta
inhumana, pues crees que te adeudaba un nuevo libro. Abre un enorme socavón en
el salón de tu casa, justo en el lugar que ocupa la novela que no escribió.
Lentamente, releyendo lo viejo, que no deja de ser nuevísimo, te repones.
El escritor nunca desaparece completamente; no sabe. Fallece solo para
decir que está aquí, presente, y que es hora de releerlo. Pongamos que muere
mal, y eso es bello. Sigue escribiendo, para sembrar la idea de que su
fallecimiento fue un crimen injusto que se puede reparar.
La muerte es un invento de la Literatura, igual que el amor, el paso
del tiempo o Nueva York. Si el autor es bueno se va diciendo "me voy, me
voy, me voy, pero me quedo, pero me voy, desierto y sin arena". Al final
muere, sí, aunque no mucho; de mentira.
Fragmento del artículo escrito por Juan Tallón (escritor y periodista español)
Atardecer.
Ese momento en que el sol agoniza
y las sombras le ganan a la luz,
tengo la ingenua certeza que no
vendrás,
pero aún así te espero.
en los últimos instantes
en los últimos instantes
en que el
día se desangra en colores
en una puesta en escena única e
irrepetible,
cierro los ojos, imagino que
llegas,
luego los abro, y me quedo sin ti.
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