jueves, 24 de abril de 2025

"La Burla de la Venganza"

Abre la puerta de su lujoso apartamento, deja el maletín, el abrigo y se dirige al salón. Laura, su mujer, no está o no ha escuchado que la llama. Al cabo de un rato aparece muy elegante, vestida para salir, tiene una reunión con sus amigas, como todos los jueves de cada mes.

George la observa como se mira en el espejo del recibidor, siente en su estómago la impotencia, “va demasiado provocativa para una reunión con sus  amigas.” Piensa para sí.

─No demoraré mucho cariño, volveré pronto, adiós. Dice Laura

Le da un beso en la mejilla y le sonríe. Al escuchar que se cierra la puerta, pronto se dirige a su escritorio,  coge el teléfono y llama a una persona.

“Hola, acaba de salir. Sí, ahora mismo,tenga mucho cuidado.”

Ata cabos, repasa las excusas, sus contínuas coartadas. La vigila día y noche, se ha convertido en una obsesión.  Cada día al acabar la jornada se encierra en su despacho para recibir las novedades del seguimiento que hace el detective meticuloso y preciso que ha contratado para seguirla.

Detalla cada uno de los pasos de su mujer, horario de sus clases de gimnasia, de golf, citas con su fisioterapeuta, su peluquero y aquellos encuentros furtivos fuera de la ciudad.

Le ha pedido  algo muy importante; que tome algunas fotografías. Cuando Alfred Smith se las enseña se siente derrumbado.  En una de ellas Laura ríe, mientras el joven la abraza. Las revisa todas al detalle y  una idea ronda en su cabeza, su razón se nubla por los celos y el ansia de venganza.

Apunta con cuidado todos  los datos que  ha averiguado Smith,  la dirección dónde vive el joven amante de Laura, a qué se dedica, sus horarios  y sus aficiones.

Se dirige en su coche a los suburbios de la ciudad. Entra en el  edificio,  es moderno, al parecer con poco tiempo de estrenado. Toca el timbre del telefonillo, se abre  la puerta,  sube en  el ascensor  hasta la séptima  planta y espera,  suspira,  se impacienta, a los pocos segundos aparece  un joven;  el que ya ha visto en las fotografías.  Se saludan friamente y lo invita a pasar.

Es un apartamento decorado  al descuido, con pinturas de desnudos, un ambiente con un estilo provocador como su dueño. Detiene su mirada en una gran cama deshecha  que se ve por la puerta entreabierta del dormitorio. Su rostro se tensa, siente el odio a flor de piel.

Abre su maletín, y sin mediar palabras le muestra al joven el dinero. Este asiente con un gesto impersonal, lo toma como al descuido y   guarda los paquetes  en un cajón.

─Tiene que hacerlo como lo hemos acordado, un día miércoles, es el día en que ella se queda en casa.  A las ocho en punto de la tarde toma un baño. Ponga atención hasta en los mínimos detalles, como se lo he apuntado. En la casa no habrá nadie del personal, la cocinera se retira a las seis. Estas son las llaves, también la del  jardín de invierno, entre por allí, aquí tiene los planos.

El joven toma las llaves, asiente, sin mediar palabra los dos hombres se miran estudiándose uno al otro, es una situación extraña, incómoda. George Hamilton  es un hombre acostumbrado a los negocios, frío y calculador. Y el otro, joven y ambicioso, sin ningún escrúpulo, justo lo que necesita.

Es el día señalado, consulta el reloj. Camina nervioso por el parque solitario.

Es la hora en que ella estará a punto de tomar su baño. Se queda pensativo sentado en un banco del parque, está empezando a oscurecer, tiene que  esperar a que transcurran dos o tres  horas. Pasado el tiempo, camina despacio hasta su coche. Conduce como un autómata, al girar en la esquina de la calle donde vive hay un gran revuelo, varios carros  de la policía, muchos curiosos y vecinos están frente a la entrada de su casa. Le indican que se detenga, baja del coche y la policía le informa que ha ocurrido un delito en el edificio.

─Vivo aquí, déjeme pasar por favor.

Al darse a conocer, uno de los oficiales, le pide entonces  que lo acompañe. George tiene que disimular su nerviosismo y su sorpresa cuando al entrar en su casa ve a Laura temblando y llorando acompañada por una  mujer policía, que está tratando de contenerla.  Al verlo lo abraza fuerte y llora desconsolada. Tendido en el suelo de la cocina hay un cadáver de un hombre  encapuchado con un puñal clavado en el cuello.

─¿Qué ha ocurrido aquí Laura? Le pregunta a su mujer, tratando de disimular su sorpresa.

─No lo sé, estaba en la cocina, fui a beber  un vaso de agua, iba a tomar   mi baño, creo que él ha entrado por la ventana del jardín de invierno, seguro quería robar. Intentó matarme, me he defendido, no sé cómo pude hacerlo, forcejeamos muchoalcancé a coger un cuchillo y… el llanto le impide seguir hablando.  George fruce el ceño, no puede cree lo que ve.

El forense, junto a los demás policias después de tomar muestras y revisar minuciosamente toda la casa pide que le quiten la capucha que cubre el rostro del intruso.

George observa inmutable la escena. El joven tiene el cabello castaño enmarañado sobre la frente, un grueso hilo carmesí se desliza por su pecho. El cuchillo hundido en el cuello es la muda evidencia... en el  cuerpo equivocado..