sábado, 22 de agosto de 2020

Siesta

La hora de la siesta,
 saltarse las reglas,
nos ardían las piernas del sudor
las ansias superaban lo imposible
jugábamos a todo vale
los sueños absurdos tenían su lugar
un juego, luego otro y otro más
cansarse no existía
 ninguno se quejaba
 atrapábamos mariposas de colores
teníamos sed de agua fresca
nosotros pequeños, el mundo se expandía
nuevo, insólito, a descubrir
no había tiempo de aburrirse,
al atardecer regresábamos al nido
todo estaba bien, en su sitio
la vida era infinita…
o al menos eso creíamos..