La hora de la siesta,
saltarse las reglas,
nos ardían las piernas
del sudor
las ansias superaban
lo imposible
jugábamos a todo vale
los sueños absurdos
tenían su lugar
un juego, luego otro y
otro más
cansarse no existía
ninguno se quejaba
atrapábamos mariposas de colores
teníamos sed de agua
fresca
nosotros pequeños, el
mundo se expandía
nuevo, insólito, a
descubrir
no había tiempo de
aburrirse,
al atardecer
regresábamos al nido
todo estaba bien, en
su sitio
la vida era infinita…
o
al menos eso creíamos..
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