“¡La vida es una aventura constante nena!” Era la
frase preferida de Abelardo. La invitación para pasar el fin de semana en las
islas prometía ser una atractiva experiencia.
Aseguró que
me encantaría y que tenía su carnet de piloto en regla. Los vuelos en avión
nunca me apasionaron, pero sus argumentos lograron convencerme.
Abelardo
parecía en verdad un piloto experimentado. Todo iba de perlas, hasta que surgió
aquel extraño ruido en el motor. Él simulaba tranquilidad y repetía que no me
preocupara de nada.
Cada vez que
rompo a llorar desesperada, Abelardo me dice que me ponga mi blusa de Chanel roja,
siempre mirando al cielo, por si alguien nos ve..