domingo, 3 de abril de 2016

El jazmín de la abuela.

 Con tu luz y exquisita presencia

 tu esencia suave y deliciosa,

dueño y señor engalanabas aquel patio

contemplando callado nuestra infancia.

Te sonrojaste con aquellas tonterías

compartidas al abrigo de tu sombra.

Blanco  destino de flores perfumadas

derramaban caprichosas su belleza.

La abuela, su ternura, infinita dulzura

ella era tu madre, ella era tu dueña.

Se deslizó el tiempo, tirano y silencioso,

y se fueron yendo los seres uno a uno.

Se despobló la casa, de voces y de aromas

Sin prisas, dulcemente, se marchó la abuela

y  lloramos juntos la primera pena.

Tu fragancia  sustenta mis recuerdos,

te pienso tan vívido e intenso .

No me atreví a volver, quizás por cobardía

no pude resistir la angustia de no verte,

atesoro por siempre tu belleza nívea.

 La abuela seguro se sonríe,

 ante una pregunta que no hallará respuesta

 ¿Vive ella ahí, tu madre, en el jazmín?...




Un escritor nunca muere...

Los escritores no mueren. Cuando un escritor muere, si es que muere, regresa. Nunca se va. Es un rayo que no cesa, como si de un modo u otro siempre hubiese tormenta, aun en verano. Huye lejos y se queda. Escribe en círculo. 
Si sientes muy próximo a un escritor, pues acarreas el peso de sus libros contigo igual que si fuesen las llaves de casa o el dinero justo para el pan que llevas en el bolsillo, su ausencia repentina produce un extraño vacío. Es normal. Se llama tristeza y desolación.
La muerte del escritor, si eso fuese posible, al principio resulta inhumana, pues crees que te adeudaba un nuevo libro. Abre un enorme socavón en el salón de tu casa, justo en el lugar que ocupa la novela que no escribió. Lentamente, releyendo lo viejo, que no deja de ser nuevísimo, te repones.
El escritor nunca desaparece completamente; no sabe. Fallece solo para decir que está aquí, presente, y que es hora de releerlo. Pongamos que muere mal, y eso es bello. Sigue escribiendo, para sembrar la idea de que su fallecimiento fue un crimen injusto que se puede reparar.
La muerte es un invento de la Literatura, igual que el amor, el paso del tiempo o Nueva York. Si el autor es bueno se va diciendo "me voy, me voy, me voy, pero me quedo, pero me voy, desierto y sin arena". Al final muere, sí, aunque no mucho; de mentira.

Fragmento del artículo escrito por Juan Tallón  (escritor y periodista español)





Te espero..





Atardecer.

Ese momento en que el sol agoniza
y las sombras le ganan a la luz,
tengo la ingenua certeza que no vendrás,
pero aún así te espero.
en los últimos instantes
en que el día se desangra en colores
en una puesta en escena única e irrepetible,
cierro los ojos, imagino que llegas,
luego los abro, y me quedo sin ti.




Tiempo.



- Ella le pidió tiempo,
- él preguntó para qué?
le dio horas, soles y lunas
- ella le pidió tiempo...
- y él supo que todo terminaba..