Caminó hasta el acantilado cargando su dolor. El cielo rugía oscuro, furioso, anunciando la tormenta. El viento agitaba con fuerza las olas y revolvía su cabello. Permaneció quieta. Podía sentir su presencia, su aliento, la calidez de su piel rozándola. Se detuvo el tiempo. Abrazados se arrojaron a la mar.
Microrrelato seleccionado y publicado en "50 palabras"