Pincela el cielo una acuarela gris,
el otoño asoma
sereno, indolente
salpicando de oro
las hojas de los árboles.
El viento caprichoso
las amontona a su antojo,
tiemblan desvalidas
en medio del camino.
las amontona a su antojo,
tiemblan desvalidas
en medio del camino.
Acaricia las ramas despeinadas
y le miente a las gaviotas.
¡Qué desconsuelo desandar
las alegrías del verano!
Se han borrado
las huellas en la arena.
Flota en el aire
la nostalgia de las risas,
el bullicio de los niños.
Angustia el alma este sosiego,
esta calma pura.
Las gotas de la lluvia
dibujan diminutos charquitos
y mojan los cristales,
para atrapar de nuevo
aquel placer de infancia
que olvidamos,
que olvidamos,
el mirar llover
a través de la ventana.
Me abrazas con ternura,
mientras poco a poco
la noche se adueña de la vida.
la noche se adueña de la vida.
No quiero saber de despedidas,
se me antoja que solo es una pausa
y me dejo seducir
por la fragancia
de una tardía rosa en el jardín.
Precioso poema, Mirta. Todas las estaciones inspiran al poeta, pero quizás el otoño aporta una mayor dosis de inspiración. ¿Será porque nos trae una mayor nostalgia y tristeza al ver cómo el tiempo pasa y las hojas de los árboles, como las del calendario, van cayendo irremediablemente?
ResponderEliminarUn abrazo otoñal.
Muchas gracias amigo, Creo que es así como lo dices...Es nostálgico, un cambio bastante notable que contrasta con la luz y la calidez de los días veraniegos. Te agradezco la lectura y tu tiempo. Un abrazo.
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