El gran día ha
llegado, todo a punto. Por fin solos, para vivir el amor que los une. Ana anhela dormir abrazada a Nicolás toda la
noche.
Cargan en el coche las maletas y parten. Van
los flamantes esposos felices y despreocupados. Al llegar al hotel los recibe un atento
recepcionista.
─ Les hemos reservado la suite de la última planta, es
la más bonita y tiene
terraza para
disfrutar de las vistas al mar.
─ Suban por favor, nosotros nos encargamos del equipaje.
Apenas entrar
en la habitación, Ana se deja caer sobre
la cama adornada con pétalos de rosas.
─¡Ohh qué cansada estoy! Voy a descansar un ratito mi
amor, si no te importa.
─Me daré mientras una ducha ligera, también estoy
cansado.
Ana se sumerge
de inmediato en un profundo sueño. No
escucha a
Nicolás que la llama desde el cuarto de baño.
─ Ana, ¿Por favor, sabes qué pasa? Se ha ido la luz, no veo nada.
Los golpes en
la puerta son más fuertes, pero Ana no responde.
─¡¡Ana, mi amor, la puerta, la puerta no se abre!!.
Haz algo ¡¡Llama a
recepción!
─Hace mucho calor aquí ¡me escuchas!!
Ana se remueve
en la cama, y abre muy a pesar suyo los ojos..
─¿Qué pasa
Nicolás, qué haces?
─¿Qué hago? No puedo salir de aquí ¡llama a alguien!
Ana intenta abrir la puerta, pero ésta parece sellada,
coge el teléfono y
no funciona.
─¡Espera! voy abajo a buscar ayuda.
Oprime el botón del elevador y por el pasillo aparece un
hombre muy apuesto
─¡Buenas noches señorita!
─Hola.
Lo mira
desconfiada. Es un hombre muy atractivo y vestido con un traje
oscuro. Lo que más impresiona a Ana son sus ojos, de un color indefinido.
Cuando
se abre la puerta del ascensor hace un gesto para que suba.
Ana se siente turbada, pero accede.
Ana se siente turbada, pero accede.
─Es usted una recién casada por lo que veo. Con ese vestido blanco me recuerda a un ángel.
─Sí, es que mi novio, es decir mi marido se ha
quedado encerrado en el
baño.
El hombre la mira como si quisiera entrar en su alma y comenta:
─La noche de bodas suele no ser perfecta.
En ese momento
el elevador se queda a oscuras y se detiene. Ana siente
un escalofrío que recorre todo su cuerpo,
no puede atinar a decir nada.
Cuando despierta está en el suelo del ascensor con la puerta abierta. El
recepcionista y una pareja de huéspedes la
ayudan a salir.
─ Señorita, ¿Se encuentra bien?
─No sé qué ha pasado. ¿Dónde está mi marido? ¿Qué
hora es? Él se ha quedado encerrado en el baño y venía por
ayuda. Había un hombre en el ascensor conmigo ¿Lo han visto ustedes?
─No, no había nadie con usted. Ahora son las tres de la mañana.
Cuando Ana sube a
la habitación acompañada por el recepcionista, Nicolás duerme plácido como un bebé.
─Usted estará muy cansada. Pase buenas noches.
Ana se sirve una copa del vino que han dejado como cortesía para los novios, suspira hondo y recuerda las palabras del oscuro hombre del ascensor..
Un relato inquietante, Miry, aunque también me ha dibujado una sonrisa por lo irónico, en este caso, de la última afirmación. Supongo que hay muchas formas de que una noche de bodas no sea perfecta...
ResponderEliminarMuy buen relato, muy original :)
¡Un abrazo!
Gracias Julia, por visitar mi blog, me complace mucho tu comentario. Un beso.
EliminarDesde luego no fue una noche de bodas perfecta, especialmente por cómo terminó, jeje. Pero siempre hay una segunda oportunidad y seguro que, si nada ni nadie los vuelve a importunar, acabarán disfrutando de esa luna de miel.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí Josep, no fue buena, pobre Ana, pero bueno a veces las cosas no salen como uno las imagina.. gracias por leer, lo aprecio mucho. Un abrazo.
EliminarMe encantó el relato, Miry. Me gustó mucho el modo en que la voz narradora, colocada en el punto de vista de Ana, viaja con ella en la realidad, en el sueño y por la intriga del hombre de los ojos de color indefinido.
ResponderEliminarAriel
Muchas gracias Ariel, me alegra que te haya gustado. Gracias por tu tiempo.
ResponderEliminarUn abrazo.