Esos días de infancia, llenos de preguntas, de simples alegrías, de miedos infundados, de sueños incumplidos, de tiza y pizarra, de juegos y de risas. Con aroma a leños y sabor a vainilla.
Se ven tan lejanos, como si otros los hubieran vivido y no hubiéramos sido
esos niños con la mirada nueva de asombro y de inocencia.
El tiempo deslizándose como por un tobogán, y nosotros dejándonos llevar por el borde del abismo para aterrizar cerrando los ojos, para no sentir el vértigo.
Sí, somos nosotros, los mismos, aquellos niños, y aún no pocas veces apretamos fuerte los ojos para no ver el precipicio y confiamos en la buena suerte, para que no nos duela demasiado la caída.
Me encantó !!!!!!
ResponderEliminarGracias! por leer, no había visto tu comentario.
Eliminar