Pedro apuraba el paso, cada tanto volteaba, tenía la certeza que
alguien le seguía, cada vez más cerca…podía sentir el respirar jadeante, los
pasos. Las luces de un coche le enceguecen, la joven al volante le abre la
portezuela; sube de prisa…se acomoda y suspira aliviado. Al girar la cabeza, el estupor y el terror se
apoderan de él; unos ojos siniestros y ansiosos le observan, ya no puede escapar...
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