Acordaron que sería breve, sin reproches, sin
esperar nada, sin recuerdos.
Duraría lo que tarda el reloj en transitar las horas
de la noche.
Así lo pactaron. Solo placer, sin palabras, sin
mañana.
El amanecer implacable sentenció el final.
Una
mirada, un adiós.
La
luz inundaba tímida la estancia, en la penumbra se diluía la pasión..
Un placer pasajero y luego el olvido. Algo placentero pero, según como se mire, triste y vacío a la vez.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí Josep, es algo que también existe. Como dicen, hay para todos los gustos.
EliminarUn abrazo.