Agosto dueño
del verano, los días azules, inundados de luz, el calor acobardando los
termómetros. El cielo despejado, sin permiso a las nubes, una brisa cálida,
impertinente. Sinfonía de colores. Las noches ociosas, interminables.
A las cinco de
la tarde, lo perfecto deja de ser perfecto. A las cinco de la tarde las risas
se silencian. Un ramo de flores y un pañuelo de seda ruedan por la acera. Las
copas de refresco se hacen añicos, los pájaros no cantan. El llanto de un niño
no hay quién lo consuele. A las cinco de la tarde la alegría queda congelada en una imagen de abrazos y de
besos. Se detiene el tiempo a las cinco
de la tarde. El sol que no entiende lo que pasa, brilla como si nada.
Las voces inocentes, piden justicia. Las voces
de los que solo saben de trabajo piden paz. Los por qué no tienen la respuesta.
Los ojos se llenan de lágrimas de impotencia, de dolor.
Hay muchas
razones o ninguna para que la inocencia de la gente sea atropellada. ¿Quién
sabe cómo se cura el odio y el rencor?
A las cinco de
la tarde un niño es huérfano, una madre ruega por su hijo. A las cinco de la
tarde un padre pide que su hija lo encuentre en un abrazo.
Agosto, sigue
su camino como si quisiera acariciarnos. La tristeza se cuela por las ventanas
abiertas de los balcones con el aire tibio del atardecer. Unos niños pequeños
juegan despreocupados. En sus miradas presiento que a pesar de todo, la vida continúa..
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