Esa noche hacia un calor insoportable.
La ropa se pegaba al cuerpo, húmeda. Me asfixiaba, tenía que salir a la calle.
Caminando y a poco de andar el aire que se agitaba por
entre los hermosos árboles del parque me reanimaron, me sentía a gusto.
Pensaba en el maravilloso don que tienen los árboles.
Disfrutaba del frescor, la noche
estaba bastante clara, la luna se escurría por entre las ramas.
Veo que se acercaba un hombre en dirección
contraria a la mía.
Su cara me resultaba familiar. Era Don Ignacio, el dueño de la
ferretería de la avenida principal.
Lo saludo, él se detiene.
─ Hola, Buenas noches, tomando el fresco?─ Le digo.
─Caminando un poco, yo no tengo calor.
─¡Ah! Qué suerte tiene, yo no
podía estar en mi casa. Le digo.
Cuánto tiempo sin verlo Don Ignacio. Pero no responde.
Caminábamos a la par, cruzamos el parque rodeando la pequeña fuente, donde una pareja con sus dos chiquilines jugaban con el
agua para refrescarse.
Seguimos caminando con paso tranquilo. Al llegar a la esquina la
terracita del bar tenía aún unas cuantas mesas
ocupadas.
Como si los dos nos hubiéramos puesto de acuerdo elegimos una y nos sentamos.
En la mesa de al lado un grupo de jóvenes conversaban y se reían divertidos.
─¿Qué gusta beber Don Ignacio? Le
pregunté.
─Una cerveza, gracias. Dijo.
Llamamos a l camarero y pedimos.
El camarero nos sirve dos cervezas frías.
Bebí la cerveza disfrutando, tenía tanta sed.
Don Ignacio se tomó su tiempo.
A la luz de las farolas su rostro se veía algo pálido,
Conversamos de temas intrascendentes.
A medida que la noche avanzaba , el aire se sentía cada
vez más fresco.
Al cabo de un largo rato le dije:
─Bueno, Don Ignacio, habrá que ir a dormir.
─Sí amigo, ve a dormir. Paga tú la cuenta, yo ya no puedo. Dijo con la voz cansada
.
─No se preocupe Don Ignacio, si yo invito, ningún problema.
─ Los que estamos como yo, no nos preocupamos de estas cosas. No quisiera asustarte.
No comprendí lo que quería decir Don Ignacio, a qué se refería.
Desvié un momento mi atención para buscar el cambio para pagar, y al levantar la vista no lo vi, no podía ser, no era un hombre de hacer este tipo de bromas, no me lo explicaba, se había desvanecido, miré a mi alrededor y creí ver a lo lejos algo entre los árboles en la oscuridad, o tal vez me pareció... el caso es que el hombre había desaparecido, sin más..
Cuando logré reponerme miré hacia la mesa donde habíamos estado sentados y ahí estaban las dos copas y las dos botellas de cerveza vacías...