Me mira desde sus ojos verdes y sus labios
dibujan casi una sonrisa.
La observo, es
bella, arrogante y desconocida, como si nada ni nadie pudiera perturbarla.
Camina hasta el
borde del acantilado, se detiene, solo
un instante; único e irrepetible. Su
imagen se congela un momento, su cabello
agitado por el viento, su cuerpo frágil, estremecido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡Gracias por dedicar tu tiempo!